Los que me conocen saben que siempre estoy corriendo y en mil cosas. Espiritualmente esto se traduce en una vida dispersa, de poco aprovechamiento espiritual, caracterizada por confesiones sacramentales como clonadas, pues tras los exámenes de conciencia gran parte de lo que aflora es lo mismo con lo mismo.
Según la observación de uno de los padres del desierto, Evagrio, quien vive en la agitación y en las preocupaciones, en el ruido interior o exterior, se parece a una botella de agua turbia que ha sido agitada. Cuando la botella ha permanecido algún tiempo inmóvil, la suciedad se deposita y el agua queda clara y limpia. Igual nuestro corazón que cuando encuentra la quietud y un profundo silencio, refleja a Dios.1
Por estas razones, para mí, ha sido providencial esta iniciativa de Adoración Eucarística Perpetua.
(Footnotes)
1 El Espíritu ora en nosotros. Pag. 54, André Louf. Narcea S. A. de Ediciones. 2000. Madrid.